lunes, 9 de febrero de 2015

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Radiohead. Extracto Cintas de cassette



Durante el verano de 1993 estuve trabajando como Líder De Actividades De Tiempo Libre, (Group Leader en Inglés) en Oxford, un eufemismo extraordinariamente cursi para referirse a un pedestre monitor.

A pesar de que estaban juntos desde 1985, no había en 1993 en Oxford indicio alguno de que en algún local de ensayo de la coqueta ciudad, cinco jóvenes universitarios tramaran a hurtadillas dar un vuelco global al adormecido mercado musical. Por entonces, todo sonaba a Seattle y Grunge era la palabra clave para entender el negocio del rock. On A Friday, grupo formado por Thom Yorke, Ed O’Brien y Colin Greenwood, acababan de firmar por EMI, quiénes en primer lugar y antes de editar su primer sencillo, les obligaron a cambiar de nombre.

Tomándolo del título de una canción del True Stories de Talking Heads, On A Friday se convirtieron en Radiohead, publicaron Drill, un primer EP absolutamente intrascendente, y más tarde Pablo Honey, un álbum de debut incomprendido. Con los ecos de “Creep” regresé a Madrid con una tarjeta de felicitación gigante firmada por mi grupo de estudiantes estivales con todo tipo de halagos adolescentes del estilo “Al monitor más guay” y otras muchas dedicatorias igual de maduras.   

En 1993, una vez publicado Pablo Honey, el run run de un inusitado hit alternativo en forma de canción fue recorriendo Estados Unidos en primer lugar, después Inglaterra, más tarde el resto de Europa, y por último, España. “Creep”, una desgarradora historia de desamor, a medio camino del sonido efervescente de los Pixies y las guitarras hirientes de Nirvana, se convirtió en un inesperado éxito, ofreciendo a Radiohead la oportunidad de presentarse al mundo con un sencillo ideal para los karaokes de las fiestas indies.

(Dos años más tarde)

Entramos por la calle Princesa con el tiempo justo. Era mi primera entrevista para el fanzine y, de alguna manera, estaba algo nervioso. No eran nervios de esos que te abrazan cuando estas esperado algo importante, o de esos otros que te retuercen el estomago cuando alguna cosa no sale exactamente como esperas. Estos nervios eran más del estilo primer día en el colegio o conociendo a mis nuevos compañeros del trabajo. Más preocupado por estar a la altura y causar una buena impresión que otra cosa. 

Radiohead no eran aún estrellas, o al menos no en España, pero se trataba sin duda de una banda importante. Llegó Radiohead a Madrid para presentar a los medios The Bends, su segundo disco tras la sorprendente resurrección de Pablo Honey a rebufo del éxito de “Creep”. A la hora prevista, sin un solo minuto de retraso, nos presentamos ante Marta, la responsable de prensa de EMI preparados para entrevistar al grupo.

-¿Habéis escuchado el disco verdad?

-Si claro, una pasada, es increíble, mucho más cohesionado que el primero- (Por supuesto mentimos. El disco no llegó a tiempo al buzón del apartado de correos del fanzine y nos presentamos en el hotel solo con un par de escuchas del single).

-¡Genial!, Thom acaba de tirar abajo una entrevista al enterarse de que el periodista no había escuchado el disco y está hecho una fiera. Sois los siguientes.

-Normal- le dijimos con una hipócrita complicidad, (eso sí, todo muy profesional), mientras Marta nos acompañaba hasta la salita donde nos esperaba Radiohead.

Aquel día no me sentí especialmente orgulloso de entrevistar al grupo sin haber escuchado previamente su trabajo, (nunca lo volví a hacer), aunque súbitamente me asaltaron ciertas dudas sobre el gremio del periodismo musical. Yo pertenecía al inframundo, el marginal y casi inadvertido gueto de los fanzines, aunque no lo suficientemente underground como para entender que un periodista de un diario nacional se presentara a entrevistar al grupo de moda sin escuchar su disco. Y mucho menos que fuera lo bastante idiota como para reconocerlo. El histórico recelo de los artistas con la prensa musical especializada está perfectamente justificado con episodios como el de Radiohead. Y otros muchos que tuve la oportunidad de vivir en primera persona durante los años siguientes.

-¡Puto chiflado!

Esas fueron las primeras palabras que me dirigió Thom Yorke después de estrecharme la mano e invitarme a que me sentara en el sofá junto a sus compañeros Ed O’brien y Phil Selway (bajista y batería de Radiohead).

-El tío va y se sienta aquí a mi lado para hacerme preguntas de mi puto disco que no se ha molestado en escuchar. Es una falta de respeto, ¿no crees? Por cierto, ¿Te ha gustado?
Durante tres o cuatro segundos estuve a punto de confesarlo todo, como en las películas de detectives donde el policía interroga al sospechoso sentado frente a una mesa en un cuarto con un espejo que en realidad no es un espejo y se utiliza para observar las reacciones del asesino desde una habitación contigua. -Es cierto, fui yo, ¡No escuché el disco!...
En realidad no fue para tanto, simplemente y por segunda vez en diez minutos, volví a mentir.
-¡Fantástico!, me ha gustado mucho, un disco increíble, ¡felicidades!

Así de sencillo.

Tenía 30 minutos para entrevistar a Radiohead, pero como el periodista anterior perdió su oportunidad, (merecidamente por cierto), estuve hablando con Yorke y el resto de la banda durante casi una hora.

Los primeros veinte minutos de entrevista los maneje sin problemas hablando con Thom Yorke del pasado. Me sabía de memoria Pablo Honey, así que no me resultó especialmente difícil entablar una conversación amigable con él. Muy por encima, pasé por delante de “High And Dry”, primer sencillo de The Bends y única canción que había escuchado del nuevo disco. El resto del tiempo, y hasta el final de aquel encuentro, hablamos de Oxford, de otras bandas locales como Ride, Supergrass o The Candy Skins. Le dije que estuve trabajando en Abingdon, un pueblecito cerca de Oxford como Group Leader, a lo que jocosamente Yorke me contestó, -Ah, claro, Group Leader, igual que yo-.

Oscar Redondo inició después la sesión de fotos con la pistola y nos marchamos de allí con una buena entrevista debajo del brazo y un montón de fotos chulas del líder del grupo del momento jugueteando con una pistola.

Al día siguiente el grupo ofrecería sólo para unos pocos afortunados un concierto gastronómico (que diría el manager de los Estopa), en el Circulo De Bellas Artes de Madrid. A pesar de la hora, (la de comer), Radiohead presentó las canciones de The Bends con la misma intensidad que en el horario habitual de los conciertos. Fue una actuación asombrosa.  

Y que nadie piense nunca que la policía es tonta. Thom Yorke supo desde el primer minuto de entrevista que yo no había escuchado ni una sola nota de su disco. Mi juventud y probablemente la evidente aunque entrañable falta de experiencia jugaron a mí favor. El cantante, simplemente, decidió hacerse el loco.

¿Cuántas veces lo habré escuchado desde entonces? ¿Cien? The Bends, de largo, es mi álbum favorito de Radiohead.       







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