Durante
el verano de 1993 estuve trabajando como Líder
De Actividades De Tiempo Libre, (Group Leader en Inglés) en Oxford, un eufemismo extraordinariamente cursi para referirse
a un pedestre monitor.
A
pesar de que estaban juntos desde 1985, no había en 1993 en Oxford indicio
alguno de que en algún local de ensayo de la coqueta ciudad, cinco jóvenes
universitarios tramaran a hurtadillas dar un vuelco global al adormecido
mercado musical. Por entonces, todo sonaba a Seattle y Grunge era la palabra clave para entender el negocio del rock. On A
Friday, grupo formado por Thom Yorke, Ed O’Brien y Colin Greenwood, acababan de
firmar por EMI, quiénes en primer lugar y antes de editar su primer sencillo,
les obligaron a cambiar de nombre.
Tomándolo
del título de una canción del True
Stories de Talking Heads, On A Friday se convirtieron en Radiohead,
publicaron Drill, un primer EP
absolutamente intrascendente, y más tarde Pablo Honey, un álbum de debut
incomprendido. Con los ecos de “Creep” regresé a Madrid con una tarjeta de
felicitación gigante firmada por mi grupo de estudiantes estivales con todo
tipo de halagos adolescentes del estilo “Al
monitor más guay” y otras muchas dedicatorias igual de maduras.
En
1993, una vez publicado Pablo Honey,
el run run de un inusitado hit alternativo en forma de canción fue recorriendo Estados
Unidos en primer lugar, después Inglaterra, más tarde el resto de Europa, y por
último, España. “Creep”, una desgarradora historia de desamor, a medio camino
del sonido efervescente de los Pixies y las guitarras hirientes de Nirvana, se
convirtió en un inesperado éxito, ofreciendo a Radiohead la oportunidad de
presentarse al mundo con un sencillo ideal para los karaokes de las fiestas
indies.
(Dos
años más tarde)
Entramos
por la calle Princesa con el tiempo justo. Era mi primera entrevista para el
fanzine y, de alguna manera, estaba algo nervioso. No eran nervios de esos que
te abrazan cuando estas esperado algo importante, o de esos otros que te
retuercen el estomago cuando alguna cosa no sale exactamente como esperas.
Estos nervios eran más del estilo primer
día en el colegio o conociendo a mis nuevos
compañeros del trabajo. Más preocupado por estar a la altura y causar una
buena impresión que otra cosa.
Radiohead
no eran aún estrellas, o al menos no en España, pero se trataba sin duda de una
banda importante. Llegó Radiohead a Madrid para presentar a los medios The Bends, su segundo disco tras la
sorprendente resurrección de Pablo Honey
a rebufo del éxito de “Creep”. A la hora prevista, sin un solo minuto de retraso, nos presentamos ante Marta, la
responsable de prensa de EMI preparados para entrevistar al grupo.
-¿Habéis
escuchado el disco verdad?
-Si
claro, una pasada, es increíble, mucho más cohesionado que el primero- (Por
supuesto mentimos. El disco no llegó a tiempo al buzón del apartado de correos
del fanzine y nos presentamos en el hotel solo con un par de escuchas del
single).
-¡Genial!,
Thom acaba de tirar abajo una entrevista al enterarse de que el periodista no
había escuchado el disco y está hecho una fiera. Sois los siguientes.
-Normal-
le dijimos con una hipócrita complicidad, (eso sí, todo muy profesional),
mientras Marta nos acompañaba hasta la salita donde nos esperaba Radiohead.
Aquel
día no me sentí especialmente orgulloso de entrevistar al grupo sin haber
escuchado previamente su trabajo, (nunca lo volví a hacer), aunque súbitamente
me asaltaron ciertas dudas sobre el gremio del periodismo musical. Yo
pertenecía al inframundo, el marginal y casi inadvertido gueto de los fanzines,
aunque no lo suficientemente underground
como para entender que un periodista de un diario nacional se presentara a
entrevistar al grupo de moda sin escuchar su disco. Y mucho menos que fuera lo
bastante idiota como para reconocerlo. El histórico recelo de los artistas con
la prensa musical especializada está perfectamente justificado con episodios
como el de Radiohead. Y otros muchos que tuve la oportunidad de vivir en
primera persona durante los años siguientes.
-¡Puto
chiflado!
Esas
fueron las primeras palabras que me dirigió Thom Yorke después de estrecharme
la mano e invitarme a que me sentara en el sofá junto a sus compañeros Ed
O’brien y Phil Selway (bajista y batería de Radiohead).
-El
tío va y se sienta aquí a mi lado para hacerme preguntas de mi puto disco que
no se ha molestado en escuchar. Es una falta de respeto, ¿no crees? Por cierto,
¿Te ha gustado?
Durante
tres o cuatro segundos estuve a punto de confesarlo todo, como en las películas
de detectives donde el policía interroga al sospechoso sentado frente a una
mesa en un cuarto con un espejo que en realidad no es un espejo y se utiliza
para observar las reacciones del asesino desde una habitación contigua. -Es
cierto, fui yo, ¡No escuché el disco!...
En
realidad no fue para tanto, simplemente y por segunda vez en diez minutos,
volví a mentir.
-¡Fantástico!,
me ha gustado mucho, un disco increíble, ¡felicidades!
Así de
sencillo.
Tenía
30 minutos para entrevistar a Radiohead, pero como el periodista anterior
perdió su oportunidad, (merecidamente por cierto), estuve hablando con Yorke y
el resto de la banda durante casi una hora.
Los
primeros veinte minutos de entrevista los maneje sin problemas hablando con
Thom Yorke del pasado. Me sabía de memoria Pablo
Honey, así que no me resultó especialmente difícil entablar una
conversación amigable con él. Muy por encima, pasé por delante de “High And
Dry”, primer sencillo de The Bends y
única canción que había escuchado del nuevo disco. El resto del tiempo, y hasta
el final de aquel encuentro, hablamos de Oxford, de otras bandas locales como Ride,
Supergrass o The Candy Skins. Le dije que estuve trabajando en Abingdon, un
pueblecito cerca de Oxford como Group
Leader, a lo que jocosamente Yorke me contestó, -Ah, claro, Group Leader,
igual que yo-.
Oscar
Redondo inició después la sesión de fotos con la pistola y nos marchamos de
allí con una buena entrevista debajo del brazo y un montón de fotos chulas del
líder del grupo del momento jugueteando con una pistola.
Al día
siguiente el grupo ofrecería sólo para unos pocos afortunados un concierto gastronómico (que diría el manager de
los Estopa), en el Circulo De Bellas Artes de Madrid. A pesar de la hora, (la
de comer), Radiohead presentó las canciones de The Bends con la misma intensidad que en el horario habitual de los
conciertos. Fue una actuación asombrosa.
Y que
nadie piense nunca que la policía es tonta. Thom Yorke supo desde el primer
minuto de entrevista que yo no había escuchado ni una sola nota de su disco. Mi
juventud y probablemente la evidente aunque entrañable falta de experiencia jugaron
a mí favor. El cantante, simplemente, decidió hacerse el loco.
¿Cuántas
veces lo habré escuchado desde entonces? ¿Cien? The Bends, de largo, es mi álbum favorito de Radiohead.
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