lunes, 9 de febrero de 2015

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El Suicida: Texto disco fábula



Hoy he decidido cruzar la piscina buceando. He comprado una de esas gafas de nadador profesional que dejan ver lo que pasa debajo del agua. Aprietan un poco, pero mejor eso a que te entre agua. 


Para poder afrontar la prueba también me he afeitado el pecho. Aunque no tengo mucho pelo seguro que algo me frenan. Me he negado en rotundo a usar uno de esos bañadores mínimos tipo turbo. Utilizo un modelo tradicional un palmo y medio por encima de la rodilla parecido a un boxer.


Es muy tarde y en la piscina ya no queda nadie. Hago unos ejercicios de estiramiento para entrar en calor. Meto el pie en el agua. Está congelada. Sigo calentando con la esperanza de que la temperatura del agua mejore. Al rato sigue helada. Mojo la nuca con mis manos. De pequeño me decían que antes de sumergirse debías acondicionar el cuerpo al cambio de temperatura con el fin de evitar un corte de digestión o algo peor. También aconsejaban mojarte la tripa. La mojo y un escalofrío recorre mi espalda. Me tiro al agua a la de tres. Un, Dos, Tres. Con el frío recorriendo todo el cuerpo pienso que lo de mojarse la nuca y la tripa es una soberana estupidez.

Las gafas de nadador profesional se han llenado de agua después de tirarme de cabeza. Intento hacer esfuerzos por colocarlas donde no hago pie. Fracaso estrepitosamente y nado hasta la escalera con las gafas en la mano. Las coloco como puedo y me sumerjo un par de veces comprobando que todo va fenomenal. Estupendo, ni gota en el interior, ya podemos empezar.

En el extremo del rectángulo examino la distancia que debo recorrer. Meto la cabeza dentro del agua para ver lo mismo desde otra perspectiva. Ya lo tengo claro. A la de tres me impulso fuertemente apoyando las piernas en la pared. Un, dos, tres. Al principio avanzo a toda velocidad, media piscina liquidada de un plumazo. Sin que apenas me de cuenta estoy casi parado. Utilizo los brazos apartando agua de lado a lado y empiezo a sentirme agotado. Aun queda un buen trecho por recorrer y me resisto a afrontar un nuevo fracaso. Las gafas se han empañado. Debe quedar aproximadamente un cuarto de piscina hasta el extremo opuesto del rectángulo y ya no tengo ni una gota de aire que poder respirar.

Una idea descabellada me llega de inmediato. ¿Que pasa si no salgo del agua hasta llegar al otro lado?. Mi yo racional me dice que me ahogare sin remedio en una piscina municipal. Mi yo inteligente me informa que por mucho que quiera estar debajo del agua hasta llegar al otro extremo, la falta de oxigeno impulsaría mi cuerpo hasta la superficie irremediablemente avisado por un segurísimo mecanismo de defensa.

¿O es que acaso alguien puede suicidarse tapándose la nariz con la mano?. Dentro del agua me imagino recorriendo el salón de mi casa con los dedos indice y pulgar apretando fuertemente la napia tratando de convencer a mi mujer de mi decisión irrevocable de acabar con mi vida mientras grito un patético "¡me mato, me mato!".

Me seco con la toalla y me planteo muy seriamente dejar de fumar.

Texto incluido en el disco de Fábula "Circulo vital", Warner 2002



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