Muchas noches, después de cerrar el Traste, me pasaba por casa de Ernesto y
tomabamos un último trago en compañía de un buen disco. Ernesto tenía una
colección de primera. Mucha Nueva Ola,
Echo & The Bunnymen, Orange Juice, Graham Parker, cosas sueltas de Elvis
Costello y Jonathan Richman y por supuesto, toneladas de material Beatles.
Tenía un apartamento pequeñito en la parte nueva del pueblo. Un salón
recibidor con cocina incluida, un cuarto de baño y un dormitorio, el clásico
nidito de soltero, (divorciado en su caso). Eso era todo.
Como Ernesto era el propietario de una tienda de instrumentos, la casa
estaba llena de guitarras, cables, panderetas y demás cachivaches propios de un
músico. Allí, arrancarse por Lennon y
McArtney no resultaba especialmente difícil.
Una de esas madrugadas, mientras veíamos como la noche lentamente se convertía
en día, rebuscó entre sus vinilos y dio con algo que dijo me iba a gustar
mucho. Apuró su Coca Cola Light y acompañó la aguja del plato hasta el primer
corte del álbum de debut de The Beat.
Era un disco cortito y lo escuchamos de un tirón, agotados, casi sin
dirigirnos la palabra, como el que se sienta frente a esa película que ya ha
visto cien veces y, pese a conocer de sobra cada una de sus partes, incluido el
final, es incapaz de levantarse y dejarla a medias. (En mi caso esto me sucede
recurrentemente con la película de Tim Robbins y Morgan Freeman Cadena Perpetua).
Para tratarse de un disco de Power Pop, con ritmos encendidos, bases
rítmicas desbocadas y guitarras distorsionadas, aquella primera vez lo disfrute
concentrado y en silencio.
Aquel disco era sensacional. Y lo sigue siendo, claro. The Beat, artefacto
sonoro creado por Paul Collins, quien en su día fuera batería del seminal y
casi desconocido trio The Nerves, en 1979 se había convertido en la apuesta de
la CBS americana para liderar la batalla comercial que en ese momento estaba
ganando el grupo de moda en EEUU: The Knack.
The Nerves lo formaban tres tipos de un talento deslumbrante: Jack Lee,
(autor de “Hanging On The telephone”, primer single del grupo y canción que más
adelante recuperaría Blondie para iniciar su conquista del planeta). Peter
Case, quién tras The Nerves iniciaría una segunda etapa al frente de los
imprescindibles The Plimsouls, y por supuesto, Paul Collins.
The Beat publicó su ábum homónimo en 1979, un disco plagado de píldoras
adictivas de tres minutos. “Rock N’ Roll Girl”, “I Don’t Fit In”, “Different Kind Of Girl”, “Don’t
Wait Up For Me”, “You Won’t Be Happy” y “Walking Out Of Love”… Un trabajo
gigantesco que fue un tremendo batacazo.
La historia del rock tiene esas cosas. No siempre funciona lo que debiera.
CBS en 1982 dio una segunda oportunidad al grupo con The Kids Are The Same, un nuevo fracaso y a la calle.
Bien es cierto que a The Knack tampoco le fue mucho mejor en EMI/Capitol, y
más alla de un recordado debut, no pasó gran cosa con el grupo. Es sí, a
diferencia de The Beat, The Knack logró colar un sencillo en la popularmente
conocida Lista De Clásicos. “My
Sharona” es la canción por la que siempre serán recordados, algo que, desafortunadamente,
no logró el bueno de Paul Collins.
Ooh my little pretty
one, pretty one.
When you gonna give me some time, Sharona?
Ooh you make my motor run, my motor run.
Gun it comin' off the line Sharona
Never gonna stop, give it up.
Such a dirty mind. Always get it up for the touch
of the younger kind. My my my i yi woo. M M M My Sharona...[1]
Coincidencia o destino, el caso es que en 1994, al calor de su disco en
solitario From Town To Town, en su
mini etapa Country Folk, entrevisté para el fanzine a Paul Collins.
Paul hablaba español perfectamente, (en realidad Collins era lo más
parecido a una casi estrella
internacional, quién se había construido una más que solida reputación como
artista en España a lo largo de los años, varios discos en sellos locales y
cientos de conciertos). Más alla de las típicas cuestiones técnicas y aburridas
sobre la promoción del disco, dedicó gran parte de nuestro encuentro a hablar
de su recién creado sello Wagon Wheel, de la posibilidad de reunir a Michael
Ruiz y Steve Huff en una hipotética resurrección de The Beat, de Bruce Botnick,
productor de The Beat, y más conocido
por su trabajo con The Doors, y de otro montón de cosas relacionadas con el pop
de guitarras, algo que a los dos nos fascinaba.
-“Estas un
tiempo parado y todo vuelve a ti otra vez, asi que, ¡No tires tus viejas
camisetas!”.
En efecto, más de quince años después del lanzamiento de The Beat, el pop rock internacional
vivía a mediados de los noventa una especie de recuperación de los estereotipos
y argumentos estilísticos de los grupos de la Nueva Ola. Con esa frase, Paul vino a decir que todo estaba
inventado, nada es en realidad original ni nuevo. Detente el tiempo necesario,
y con paciencia, volverás a estar de moda haciendo exactamente lo mismo que
hacías años atrás. Verdad verdadera. Durante esa época, la prensa inglesa,
ávida de etiquetas, creó la poco original NWONW
(New Wave Of The New Wave), con bandas como Elastica, Sleeper, Menswear,
Shed Seven o Echobelly como estandartes del movimiento. Hoy, más de quince años
después, todos esos grupos son perfectamente prescindibles, producto de una
necesidad temporal artificial sin sustento real en las canciones. ¿Alguién
podría tararear un solo sencillo de S*M*A*S*H?, creo que no. ¡Y en su momento
parecían los nuevos The Clash!
En 2001, al acabar un concierto, volví a hablar con Paul despúes de algún
tiempo sin hacerlo. Le pregunte como estaba y en que andaba metido.
–Componiendo y tocando- me dijo. ¿Que otra cosa si no? Servir cocktails, por
ejemplo.
Paul Collins había montado Manhattan
Martini Bar, una coctelería en la calle Moratín, (una antigua
cervecería antes conocida como El Siglo). Aún con los azulejos originales pero con
una iluminación más íntima, el local estaba decorado con fotos antiguas del
Skyline de Nueva York. Collins atendía la barra sirviendo magnificos combinados,
y alguna vez, poco antes de cerrar, agarraba su guitarra y recuperaba en petit comité sus viejas canciones. Un
lujo.
Collins no dejó nunca los escenarios. Fui a verle
muchas veces durante los noventa. En solitario o con banda, sus shows siempre
ofrecían ese plus que solo pueden dar los artistas con grandes repertorios. Y
en su caso, su verdadero activo era precisamente ese, catorce o quince
canciones demoledoras.
Recuerdo con especial cariño el concierto de la Paul Collins Band en el
Parquesur de Leganes en marzo de 1994. Aquel día me llevé de acompañante a mi
hermano Guillermo, quién a fuerza de escucharme, no había tenido más remedio
que claudicar ante las canciones de The
Beat.
Entre 2001 y 2002 acababa de fichar para Warner al grupo vigués Lombardi,
un cuarteto de pop acelerado bastante resultón. Su líder y voz cantante era Mon
Cancela, una locomotora humana, personaje peculiar y primo de Ivan Ferreiro.
En el proceso de mquetas propuse a Mon la idea de hacer una versión de
“Don’t Wait Up For Me” de The Beat, canción que encajaba perfectamente con el
estilo del grupo. Le dije de hablar con Paul y pedirle colaborar en el disco.
Mon accedió encantado. [2]
Entusiasmado con la gran idea que acababa de tener, llame a Collins y le
dije que si le apetecía podríamos grabar tan pronto entraramos en el estudio.
Paul, una vez expuestas sus condiciones, aceptó.
Mon y el resto del grupo no habían oído hablar de The Beat en su vida. Aun
es más. Para el arte del disco replicamos algunas de las portadas más icónicas
de la Nueva Ola, con fotografías de Jose Luis Santalla y el diseño gráfico de
Rafa Sañudo.
Además de la del disco de The Beat, hicimos lo propio con el Parallel
Lines de Blondie, Rocket To Russia
de los Ramones y el In The City de
The Jam, grupos de los que por supuesto, Lombardi tampoco tenía ni la más
remota idea de su existencia. Lo que a priori parecía un guiño cool, en plan
sentido tributo a los maestros, se revolvió como un boomerang envenenado contra
los cuatro chavales de Vigo.
A mediados de 2002, el álbum Uno
de Lombardi salió a la venta. La primera pregunta, de la primera entrevista,
del primer día de promoción de su disco de presentación fue algo parecido a
esto:
-Entrevistador: “Parece que vuestro
álbum está fuertemente influenciado por los sonidos y la estética de la Nueva Ola,
¿Cómo surgen todas estas referencias?.
-Respuesta del grupo: “Bueno, a
nosotros nos va más la onda de guitarras, salir a tocar y ese rollo. De los
grupos antiguos esos que mencionas, la verdad, es que no los hemos escuchado
nunca”.
Juego, set y partido. La credibilidad del grupo y su posterior carrera se
desvaneció el misno día que salieron de promoción y abrieron la boca.
Lombardi nunca editó un segundo trabajo.
Durante la grabación de “Don’t Wait Up For Me” en el estudio El Cortijo en la sierra de Málaga, Paul
Collins insistió en mostrame sus nuevas canciones.
Quedamos una semana más tarde en la oficinas de Warner en Lopez de Hoyos.
Para mí, ante todo un devoto fan de Collins, la oportunidad de escucharle en
privado, secretamente agazapado entre las cuatro paredes de mi despacho,
resultaba halagadora.
A la semana siguiente Paul Collins apareció en la oficina, puntual, con una
gorra que cubría su avanzada alopecia y un flycase negro con una guitarra
acústica.
Hablamos menos de cinco minutos antes de que empezara a cantar sus nuevas
canciones. Hasta nueve temas salieron de su garganta. Uno de los momentos más
auténticamente rockeros que viví en aquel despacho, instantes de fugaz
felicidad que, probablemente, nadie pueda ni siquiera imaginar.
[1] “Oh, mi pequeña bonita, bonita, Cuando me vas a dar un poco de tiempo
Sharona? Oh tu haces que mi motor se encienda, mi motor se encienda, Como una
arma pasandose de la raya sharona, Nunca me detendre, ríndete, solo soy una
mente sucia, siempre atenta para el toque del tipo mas joven, Mi mi mi i yi woo
m m m mi sharona”, Extraido de “My Sharona”, Get The Knack, EMI Capito, 1979.
[2]Nunca propongas a un grupo hacer
una versión de otro artista del que ni siquiera ha oído hablar. Por mucho que
les parezca una estupenda idea, no funcionará. El bueno de Mon repitió la
jugada en su posterior disco en solitario, versioneando “What I Like About You”
de los Romantics. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la
misma piedra.
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