viernes, 18 de septiembre de 2015

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Placeres Culpables, Nuevo libro ya a la venta


A lo largo de su historia, la música popular nos ha dejado discos con ventas deslumbrantes aunque de escaso valor artístico, y otros muchos trabajos superlativos a pesar del permanente menosprecio general por el terrible pecado de ser superventas “mainstream”. Tras publicar “Cintas de cassette” (Bubok Publishing, 2012), Óscar García Blesa editará “Placeres culpables” (Bubok), un acercamiento personal y ligero a la música pop a través de trabajos icónicos. 


Director de marketing en Warner, director del sello RCA, responsable del relanzamiento de Napster y profesional del negocio de la música desde hace veinte años, el autor se deja guiar solo por el poder de las canciones e invita a dejar de lado cualquier prejuicio para disfrutar abiertamente y sin escrúpulos de música verdaderamente valiosa.






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"Rattle that Lock" David Gilmour Review


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A pesar del indudable ascendente de David Gilmour en la música popular durante los últimos cincuenta años, el bueno de Gilmour no puede presumir de ser un trabajador incansable en lo que a lanzamientos discográficos se refiere. “Rattle that lock” es su cuarto trabajo en solitario, el primero en nueve años desde “On an island” (2006) y la primera colección de canciones verdaderas si no tenemos en cuenta la secuenciación casi instrumental y algo laxa de “The endless river” (2014) construida desde los descartes del ‘The divison bell’ de Pink Floyd. Un hombre tranquilo este Gilmour.
Por esto y por lo que esconde dentro, “Rattle that lock” supone una celebración en toda regla, un trabajo fascinante que hará felices a los seguidores de Pink Floyd y que en la eterna batalla Rogers-Gilmour ofrece dosis de satisfacción infinitas a los defensores del segundo.
Con letras escritas casi en su totalidad por su mujer Polly Samson y con la ayuda puntual de Phil Manzanera, “Rattle That Lock” es una fiera domada de gusto exquisito, un trabajo esplendoroso donde Gilmour explora el concepto global de los sentimientos y pensamientos de un hombre a lo largo de un mismo día. ‘5 a.m.’, puerta de entrada del nuevo trabajo, aporta la información suficiente para saber a quién y a qué nos enfrentamos, una escueta pieza instrumental que encajaría como un guante en cualquier álbum de los Pink Floyd post Waters. Con esta intro Gilmour, inconsciente o de manera deliberada, nos muestra resumidas las credenciales de su curriculum vitae.
El primer sencillo, ‘Rattle that lock’ desconcierta, intimida, asombra. A medio camino entre el suave soul blanco de ¿Robert Palmer? y el agresivo desenfreno rock del virtuoso guitar hero, la pieza desborda emoción y reclama la atención al ritmo de un pertinaz carillón grabado por Gilmour con su teléfono en una estación de tren en Francia, uno de esos trucos de la época dorada del grupo que sujetan unos textos inspirados en el libro “El paraíso perdido” de John Milton.
Grabado en diferentes estudios y coproducido junto a Phil Manzanera, Gilmour llevaba casi cinco años trabajando en estas canciones. ‘Faces of stone’ tintinea como otra obra mayor de los Floyd en una deliciosa suite a ritmo de vals de asombrosa belleza y majestuosa elegancia y donde la voz de Gilmour se acerca cada vez más a las aristas rocosas aguardentosas de Leonard Cohen, cosas de la edad.
En ‘A boat lies waiting’ la guitarra deja paso a un viejo piano grabado por Gilmour en minidisc hace dieciocho años, en este medio tiempo relajado donde las atmosferas corales son protagonistas, un corte en el que la belleza de las voces de David Crosby y Graham Nash empastan casi de manera mágica en una canción tributo al desaparecido Richard Wright.
La parte central del álbum se la reparten ‘Dancing in front of me’, otra pieza clásica de estructura eterna, diferentes pasajes y brillante solo de guitarra ideal para los nostálgicos de Pink Floyd, y la monumental ‘In any tongue’ donde debuta su hijo Gabriel tocando el piano mientras Gilmour se desata en el más bello y rutilante solo de guitarra de todo el disco. Entre las dos canciones más de trece minutos de música para bucear en detalles esplendorosos y arreglos geniales. Una delicia.
‘Beauty’ es otra pieza instrumental, grande, densa, inabarcable, precisa y preciosa y ‘The girl in the yellow dress’ tiene sabor a jazz, con la ayuda al piano de Jools Holland y la colaboración de Robert Wyatt con la corneta y donde Gilmour cada vez se aproxima más a Tom Waits. ‘Today’ camina en su inicio sujetado con el trote moderado de un sublime coro que inevitablemente termina cabalgando bajo un muro de guitarras marca de la casa. Con ‘… And then’, el tercer instrumental del disco, Gilmour cierra este ‘Rattle that lock’, una de las mayores alegrías musicales del curso, un trabajo gozoso y sabio, una mirada a los mejores episodios del músico inglés en un disco con la vista firmemente clavada en nuestro presente, una hermosa colección de canciones para enmarcar y disfrutar sin la prisa que nos exige el tiempo. Sensacional.

http://www.efeeme.com/discos-rattle-that-lock-de-david-gilmour/
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Todos los años lo mismo. Llega el 1 de septiembre, se acaba el verano y toca volver al trabajo. Si quieres evitar el clásico bajón post-vacacional, tenemos la selección musical perfecta: once canciones que te sacarán una sonrisa y te ayudarán a ver el vaso medio lleno. ¡Todo temazos! 

http://www.radioset.es/morninglory/secciones/musica/vacaciones-Escucha-playlist-levantara-animo_27_2045805009.html

happy
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Niños Prodigio

No es fácil dar el salto a niño prodigio a promesa consagrada de la música. Por cada Michael Jackson (miembro de los Jackson 5 antes de convertirse en El rey del pop), hay varios Joselitos que se quedan a medio camino. Repasamos los más impactantes y sus historias de supervivencia musical. ¡No te lo pierdas!

http://www.radioset.es/morninglory/secciones/musica/Mozart-Miley-Cyrus-prodigio-sobrevivieron_27_2048430019.html

ben
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Muse "Drones" Review


Aún con chiribitas, leo con ojos bien abiertos que este “Drones” es el nuevo álbum conceptual de Muse, donde tratan de describir a lo largo de sus canciones el lento despertar de un hombre ante la opresión de la sociedad moderna, el poder de los drones y los controles remotos, la historia de un soldado entrenado para ser una máquina de matar sin cerebro (¿?*%$!). Entiendo que cada nuevo trabajo de un artista necesite de una percha argumental narrativa que les ayude a contar aquí y allá los motivos que les ha llevado de nuevo al estudio, pero quizás, solo quizás, en esta ocasión se hayan pasado un poco de frenada.
Eludiendo premeditadamente el leit motiv de la obra en cuestión, aquí sigue habiendo guitarras de rock épico y progresivo en cada esquina llenas de riffs ansiosos y obsesivos que junto a la voz de Bellamy se levantan como protagonistas principales del cuento. Mutt Lange (AC/DC, Def Leppard) se encarga de la producción, donde básicamente se limita a respetar las señales de identidad que han hecho enormes a Muse: rock progresivo con elementos sintéticos aptos para todos los públicos.
Es un grupo ostentoso, bíblico, desmesurado, deliberadamente exagerado y bastante pedante, pero no por ello risible o cómico, todo lo contrario. Hay mucha música en sus discos y en “Drones” sigue habiendo pasajes verdaderamente sobresalientes. Estamos ante un trabajo en líneas generales mejor que su antecesor “The 2nd Law” (2012), una colección demasiado cocinada y de digestión francamente complicada. “Drones” es más, cómo decir… ¿natural? Bellamy patina en sus momentos de sermón político (¿samplers de los discursos de JFK?), pero acierta en su propuesta de producción pesada y monolítica abiertamente rockista en una fórmula de estadio inimitable. Si uno cierra los ojos e imagina hoy a Queen en activo y sus miembros con treinta años, es posible que se llevaran bien y fueran de gira junto a Muse (escuchen sino “Defector”).
En el séptimo disco del grupo la cosa arranca con ese ‘Dead inside’ recién salido del Delorean de McFly en 1985, hay también espacio para momentos de reposo (la balada ‘Mercy’), riffs con sobrepeso (‘Revolt’), una intro que recuerda al ‘Cannonbal’ de la Breeders (‘The handler’) y hasta reminiscencias del más profundo hair metal en ‘Reapers’. ‘Drones’ (la canción) es un coro medieval bonito y bastante freak, si me lo permiten (tiene pinta de: “Yo en mi disco pongo y canto lo que me da la gana”). ‘Psycho’ tributa la herencia de Pink Floyd en ‘Money’ pasado por la máquina de triturar de Marilyn Manson, ‘The globalist’ es el momento largo –¿siempre necesario?– en un disco de Muse (aquí lo dejan en “tan solo” diez minutos y, pásmense o llámenme loco si no les recuerda ‘Aftermath’ al ‘Brothers in arms’ de Dire Straits. En “Drones” Bellamy ha tirado de hemeroteca y ha viajado hasta los discos de sus hermanos mayores (si es que los tiene, desconozco el dato).
Con todo, estamos seguramente ante el disco más coherente desde 2006 y aquel fabuloso “Black holes and revelations”. Los fans no se sentirán decepcionados (encontrarán todas y cada una de sus marcas registradas repartidas por cada uno de los rincones de “Drones”) y los nuevos (cualquiera que haya llegado desde Pink Floyd o Metallica o uno de esos pocos despistados que aún no conozcan de su existencia) podrán pasar una buena tarde de verano flipando con la monumental presencia de la guitarra eléctrica, ese instrumento totémico del rock and roll que Matt Bellamy idealiza a cada instante. “Drones” sigue sonando a rock industrial, es irresistiblemente melódico (este muchacho sabe hacer canciones), hay mogollón de maquinitas y es en general bastante salvaje (todo con moderación, no se me asusten). Sin ser un disco sobresaliente y tal vez algo tibio para el notable, “Drones” surfea plácidamente en el bien, esperando que en futuras entregas el tema elegido para narrar la acción del disco sea algo menos chirriante.
http://www.efeeme.com/discos-drones-de-muse/